martes, 6 de octubre de 2009

O sí...

Se encendió un cigarro y se sentó rápidamente en una pequeña cómoda, junto al balcón.
Enfrente suya se dibujaban varios bloques gigantes de edificios que la sentenciaban diminuta cuando alzaba la vista para intentar contemplar su fin. No había fin… Esos demonios tocaban el cielo.
Rodeados, como dioses en un parnaso, por frondosos conjuntos de pinos y arbolitos de monte bajo, los edificios del barrio eran colosales estructuras de ladrillo que se izaban firmes y concluyentes mirando al paraíso celestial.
Como de las personas, de ellos sólo se esperaba que supiesen mantenerse; sostenerse de cara al mundo, al tiempo y a la sucesión de la vida.
Casi nada.
Barcelona había querido ser su reto. Y ella no consiguió dejar atrás esa imperiosa necesidad de seguir encontrándose, de seguir descubriendo emociones, manías, virtudes, defectos recónditos que guardaba tan adentro que casi nunca terminaba de conocer.
Era muy inconstante, pero ella ya contaba con eso y se contentaba a sí misma diciéndose “bah, todo el mundo tiene sus cosillas”…
Barcelona se le presentó casi por sorpresa. No fue nada premeditado, no estuvo decidido hasta casi pasar allí unas horas, el primer día.
Esta vez, consiguió poner a todos de acuerdo; todos la veían allí, todos presentían, sospechaban y querían que Barcelona fuese, por fin, su sitio.
La recibió llorando, casi como dejó a su tierra… Sólo que Granada la dejó, aquella última noche, disfrutar de un precioso cielo estrellado, repleto de guiños y sonrisas, que le aventuraba una buena estancia y un posible regreso, algún día o alguna noche, qué más daba.
Barcelona se presentaba sonriente, atractiva, juguetona… provocativa… Barcelona era el polvazo de su vida y quería estar lo suficientemente preparada; quería ser su mejor amante.
Quería darle su vida a cambio de esa ráfaga de luz que conocen los orgasmos… quería darle su cuerpo y sus manos… quería encontrarse en su mirada sentada en algún parque, escuchando cualquier música… u observando, simplemente, cómo se despide el sol en estas calles.
Quería ser parte de ella… y que ella terminara por conformarla.
Como lo que debiera de ser el amor de su vida… aquello que terminase por completarla, por formar parte final de su felicidad y poder poner en libros y diarios ese nombre en mayúscula y tal vez dibujarlo con algún color especial…


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