viernes, 27 de agosto de 2010

...

Y, cansada de que nadie la escuchara, esta vez no gritó.
Y se sentó en aquel rincón en el que tantas veces antes había compartido tantas cosas.
Ahora sólo quería estar sola. No escuchar a nadie. No volver a sentirse juzgada jamás.
Pensaba que todo estaba siendo injusto, pero... cuándo no había sido así?.
La conciencia del tiempo se le escapaba de las manos pero ahora no había ganas de pelear. Por nada. Por nadie. Sólo seguir adelante y dar con ese camino en el que se bifurcan los sueños y todo coge un color distinto.
Qué diferentes podrían ser las cosas...
Y aquello a lo que todos llamaban huir era el único as que le quedaba en la manga; la única cuestión de la que le apetecía escuchar hablar.
Correr. Sin mirar atrás, como alma que lleva el diablo. Correr. Correr...
Correr.
Y casi sin darse cuenta, ya era de día. Y su coche no estaba aparcado en la misma puerta de siempre. Y la voz que escuchaba no era la de la noche anterior. Y ahora había besos. Y caricias. Y todo sabía diferente.
Pero ya era tarde.
Ella sólo quería correr.



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