sábado, 21 de agosto de 2010

Cómo me gustaría...

Recuerdo que colgué algunos versos en la cuesta que tantas veces soñé que subía para llegar a tu casa. Iba pintando las paredes, con recortes de reloj, con escondites de mañana que me dejaban en el aire, la mayoría de las veces.
Suspensa.
Y no sé por qué siento que estoy sintiendo mal.
Creo que esta vez no supe organizar mi estrofa. No sé dónde empezó ni tampoco cuándo piensa acabar.
Esto es que es raro.
Sobredosis de cafeina. Un par de cigarros de liar, que son la mejor compañía cuando ni tú misma te entiendes.
En esas tardes interminables de viernes que parecen sábados... o en esas noches de lunas partidas que nadie sabe y nadie entiende; que todos presuponen y todos se beben en dos tragos.
El alcohol y las luces de neón... Históricos aliados de la incoherencia y la culpa.
Esto es así.
Vamos a drogarnos, que este mundo pinta feo sin alterar.
Me aburro. Y esta vez la culpa no la tengo yo.
Esta vez lo tengo tan claro que cada día que pasa me alejo más de lo normal y, aunque impresiona, no sé por qué no puedo, o no sé, parar el carro.
Que ahora el único que me vale es el que está cerquita de Venus. Y ése nunca se mueve.
Cómo me gustaría... cómo me gustaría tener y no tener, querer y no querer... y no andar en esta cuerda sonámbula pendiente de un simple hilo de cordura que no sabe gritar... y a veces me cuesta escuchar con el ruido de tanta gente.
Cómo me gustaría ser un poco más cobarde y huir, que tan bien se me daba.
Cómo me gustaría ser un poco más yo y no echarme tanto de menos para poder echar otras cosas de más.

Cómo me gustaría que todo se pudiese cambiar con sólo quererlo.
Qué maldita pereza la de tener que romper algo que nunca estuvo entero del todo.
Qué maldita pereza la de acabar el cuento antes de que empiecen a narrar.


Pero qué necesario viene siendo...


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