miércoles, 29 de abril de 2009

Vuelvo a las andadas...





Caminé descalza un rato; necesitaba que mis pies se acostumbraran a ese tacto rudo y duro de la tierra. Lo que empezó por ser molesto, acabó por hacerme cosquillitas en la planta. Era agradable.
Mis perros corrían despavoridos, como el preso al que le dan libertad. Me gusta verlos así, libres, con espacio... contentos. Me dan vida.
Y necesitaba justo eso, vida.
Mi fin de semana fue un tanto gris. Recogiendo cosecha, contando los últimos granos de una plantación inmensa e intensa... La lluvia de mis ojos acabó con mucha siembra.
Entre tanto llorar y llorar, decidí no amargarme. Me encaré al piano y le conté de qué iba la historia. Él siempre me entiende, aunque no siempre eso me consuela.
El mismo viernes, mi mejor amigo llegó de noche, tarde, a verme, a casa. Necesitaba no estar sola y no hundirme en mi propia mierda.
Me obligó a ducharme, a ponerme ropa digna. Y me arrastró a la calle. Fuímos a desahogarnos adonde siempre nos desahogamos. Lloré. Lloró. Pasamos una noche entre luces de neón, música alta, abrazos de gente, besos de desconocidos, chupitos free, muchos "enhorabuena" por aquella actuación... alcohol, pipi campeón... Y vuelta a casa, con frío y bebida. Claro, inevitable.
Al irme a la cama no me temblaron las piernas y cerré los ojos sin dar muchas vueltas en la cama. Sin pensar en su nombre. Dejé que pensara; era lo único que podía hacer por ella en ese momento.
Pero... amaneció. Tenía tooooodo un día para pensar en dónde podía estar si las cosas hubiesen pasado de otra manera y ver en dónde y cómo estaba. Aquello era un castigo. Había hecho algo pero no estaba del todo preparada para aceptar el qué.
Ya lo sé. Tarde pero lo sé.
El sábado lloré más aún que el viernes. El no saber carcome tanto...
Pero volví a encararme a ese viejo trozo de madera y esta vez me vaciló.
Creamos entre los dos. Mi rabia y su templanza. Mi dolor y su calma. Mi arrepentimiento y su comprensión.
Creamos un vals.
Lleno de amor, de perdón, de melancolía, de sentir intenso... Y se lo escribí a ella.
Tras escribir/componer, subirlo a youtube para dejárselo casi regalado, me volví a hundir. Sentí que ni me quería ni me iba a volver a hablar nunca... Sentí que jamás volvería a verla venir, a lo lejos, sonriendo... sentí que jamás volvería a besarla. Y me aterró.
Llegaron mis tres chicas, a consolarme, imagino.
Yo no sabía hablar entre tanto llanto. Me daba pena de mí misma. Verme así era tan triste... y más lloraba.
Ellas me miraban tristes, impotentes... con la rabia del que quiere y no puede, con los dientes apretados... con el corazón lleno de música, de mi música.
Se fueron y respetaron mi silencio.
Pero volvieron. Volvieron a darme calle, a darme aire, a darme luna... a darme calor.
Y cedí. Me dejé llevar por las estrellas. Dejé mi coche en casa y me lancé de cabeza.
Me reí. Mucho. Pensé que había logrado olvidarla.
Ja.
El domingo volvió a amanecer... otro día entero sin nada que hacer... nada más importante que pensar en ella.
Hasta que el pensamiento fue tan intenso que se resumió en una llamada. En un cerrar la puerta, en una ostia en la boca, en un "ni quiero ni puedo ni voy a"...
Sentí rabia, dolor... sentí que de repente yo ya no valía nada para ella.
Tooooooooodos mis fantasmas tocaron en la ventanilla de mi coche... y mi corazón quería salirse de mi cuerpo y matarlos a palos.
Me sentí una mierda.
Tanto currículum, tanta experiencia para no saber dejar atrás muchos de esos monstruos...
Y me dejó por el camino.
Y me quedé sola, mirando a ambos lados de la calle.
Y me duele.
Me duele tanto que no me deja comer, ni dormir... ni pensar con claridad.
Me duele tanto sentir que me he equivocado... sentir que me quedo atrás por querer ir por delante.
Me duele tanto...
... que me está matando.



No hay comentarios: