martes, 26 de enero de 2010

Funambulista...





La otra noche me descubrí cruzando el cable.
Me vestí de valiente y dejé de mirar abajo.
Esta vez, sin red.
El fallo era mi propia vida; el equilibrio se besaba descarado con los latidos de mi corazón, y me acordé de aquel sueño.
Pero no me mirabas. Y ni te imaginas lo que duele.
Tropecé con mi orgullo, en el segundo paso.
Me tambaleé a decenas de metros del suelo; sudaba. La gente me miraba, me empujaba con sus voces, esperaba mi caída casi con más necesidad que yo.
Cerré los ojos; recordé cuántas veces antes había hecho aquello mismo, cuántos momentos de lucha y falta de equilibrio había atravesado en las últimas ocasiones... cuantas veces antes ensayé esta escena. Y comencé a sentir rabia...
El siguiente paso se dibujó tenue y nervioso; buscando unos labios que acompasaran la locura de esta bestia inhumana que me late en el pecho.
Justo en ese momento sentí que de toda aquella masa gris de personas brotaba una leve luz de esperanza.
Una mirada más que no era una mirada más.
Un gesto, hasta entonces, sin palabras que me dió la razón.
Y terminé de entender el motivo de por qué estaba ahí arriba, expuesta a nada bueno.
La miré y comprendí
que había llegado el momento; que había que dejar ropas atrás y lanzarse al agua sin más dilación.
Y aún planteándome ese baño, recibí una sonrisa... tal vez fueron dos, o tres...
Ya sólo quedaban tres pasitos más para acabar con aquel sindios al que nadie me había invitado.
Y, como el que hace de tripas corazón, aguanté sus ojos en la línea de mis preocupaciones.
Y miré atrás. Y vi aquel cuadro a carboncillo que me da las buenas noches siempre. Y sentí pena. O traición, no estoy del todo segura.
Y decidí aprender a dejar de verlo aún cuando está; a fundirlo con la pared y que no sea nada especial.
Y entonces, en medio de todo ese caos, me habló... dibujó sílabas mágicas con sus labios de invierno pero yo no entendí nada.
Dejé de mirar atrás y llegué, convencida.
Bajé las escaleras contando los peldaños, de impar a par, y la hallé en un viernes, en un sábado... La hallé tras de mi, como quien espera su recompensa.
Me había dejado el habla en el último escalón y me volví en su busca... quise preguntarle qué me había dicho... Pero me agarró fuerte y con los ojos me pidió que guardara silencio.
Desde entonces, y hasta ahora, dejé de ser aquella funambulista, siempre en pugna con su equilibrio, para convertirme en esa canción que tanto te recuerda a mi.
La música me ata corta a la cordura.
El norte. Y el sur.
Desde entonces yo sigo en mi silencio; fundida en un abrazo que no termina de convencer a nadie... Porque nadie podrá entenderlo jamás.
He dejado de mirar atrás, con todo lo que supone y todo lo que me arriesga decirlo, asumirlo o tan sólo pensarlo.
Yo, mientras y en silencio, seguiré sin mirar atrás.
Ya no tendré que inventarlo más.

Te esperaré, supongo.

Como tú me has esperado a mi.



2 comentarios:

Anónimo dijo...

" dibujó sílabas mágicas con sus labios de invierno pero yo no entendí nada "...

Pues.. a lo mejor va siendo hora de que aprendas a leer los labios! :)

Qué gran texto tía... me encanta :D

Anónimo dijo...

No dejes de brillar sólo porque alguien no haya sabido brillar a tu lado.
Conserva esa sonrisa preciosa y si te apetece llorar, llora! Tienes buenos hombros en los que echarte, de los de verdad.
Te mereces poder llorar si es lo que te apetece sin la presión de que tengas que ser perfecta, porque para los que te queremos ya lo eres.
No llores porque te dejaron atrás... Llora porque te quedaste delante... que tú bien me dirías eso a mi!!! :)
Nadie se pensaba pronunciar porque tú preferiste guardar silencio? Tienes derecho a gritar, a llorar, a cantar a coldplay a puro pulmón las veces que te den la gana,... tienes derecho a no guardar silencio porque te han roto el corazón, amiga mía, y tienes que sanarlo.
Tienes la puñetera obligación de odiar(la) hasta la muerte por haberte hecho daño a conciencia durante tanto tiempo.
Tienes derecho a sentirte incluso fracasada por haber elegido mal.
Pero luego tendrás la obligación de sacarlo todo pa fuera y elegir mejor la próxima vez.
Tienes derecho a sentir tristeza, soledad, ansiedad y angustia... porque, ya que entendemos todos de desamor, son los síntomas que evidencian que alguien está sufriendo.
Si sufres, duele... y si duele, no vale en tu vida. Tú misma me lo dijiste a mi antes de irte a Bcn... Si duele, fuera. Si huele, lejos. Y si muerde, en la cama.
Grita, Pam, grítale a todos quién eres y lo que te han hecho.

Yo estoy contigo.

S.