Como cuando...

Me lié un cigarrillo y me senté al borde de aquel tejado al que me subo desde hace años sólo para verte pasar por mi calle.
Siempre fugaz, de movimientos rápidos. Como la calada del cigarrillo que una comparte con su colega justo después de salir del cine.
Siempre aparecías en la tercera calada. Con tu media sonrisa, la que busca refugio. A la que yo me quiero comer, tantas veces.
Hoy sabía que no te vería... No era uno de tus días ni tampoco uno de los míos. Nuestras citas son pura casualidad.
O no.
El caso es que "son".
Te plantaste en mi vida; con tu descaro habitual. Y yo... tuve que dar por hechas muchas cosas.
Escucho a Jack Johnson una y otra vez. Y mientras él me cuenta que tiene un ángel, yo sigo pensando en cómo buscarte.
En cómo mover las piezas para dar con las tuyas.
Y entonces recuerdo que todo lo nuestro fue casual; que yo no debo forzar la máquina...
Que es tan especial porque es magia...
Como cuando das ese beso... curiosamente suena una canción que ya formará parte de la banda sonora de tu vida; de manera automática.
Como cuando me ves y yo te veo... cuando corres y te paras en seco, y yo te miro. Y tú te giras, porque sabes que estoy allí.
Y yo estoy allí porque sé que tú te girarás.
Y es todo una espiral.
( He llevado esto escrito en mi espalda todo este tiempo. Y sólo ahora soy capaz de entenderlo.)
Y entonces soy yo la que se para. Y como no estás, yo no me giro.
Y aguardo. Y me colmo de paciencia y saber estar; porque sé que al final te veo.
Y vuelves a caminarte mi calle y a camelarme los ojos como te da la gana.
Y yo soy un títere en un tejado, colgada del momento de tus piernas, esperando otra señal.
Que me como los lunares de tu cara!
Pero tú y tu empeño en hacerme esperar...
Un paseo más y acabaré volviéndome loca.
Como cuando me miras sin pensar y se te escapan las sonrisas...
Como cuando escucho "She gives me presents with her presence alone..." y pienso en que quieres besarme.
Que un día vamos a sentarnos en las escaleras de la catedral a contarnos por qué nos gusta tanto la cerveza. Y le echaremos la culpa a las monjas de mi colegio
o a algún profesor cabrón de tu facultad...
Pienso muchas cosas.
Y tú insistes en seguir paseándote. Y yo, desde lo más alto, lo último que quiero es perder el equilibrio.
Ahí vienes... directa, a mi. Y yo me dejé la rima en el segundo renglón pensando que no me haría falta.
Me morderán la lengua mis propios labios... Y no sabré adónde mirarte. Y apagaré el cigarro con torpeza y sin creer que todo eso
me está ocurriendo a mi.
Y guardaré tus pasos en algún bolsillo para que al irte de mi lado vengas a pedírmelos. Y yo no te los de...
Y te pediré una noche. Que a oscuras me intuyes menos la vergüenza.
Y ya sé que pensaré que está pasando algo.
Y que, probablemente, me daré la vuelta en las primeras esquinas. Pero te alcanzaré como siempre hago.
Y dejaré que vuelvas a pasearte por mi calle, que vuelvas a camelarte mis ojos... dejaré que pongas la música y te sacaré a bailar.
Y te diré, con la voz que ahora sólo susurra, que te voy a comer la cara.
Y te pondrás nerviosa y esta vez me pisarás.
Como cuando me rozas, como cuando te rozo, como cuando buscamos con la mirada lo que queremos encontrar con los labios.


Como cuando me despierto de los sueños y sigo queriendo verte pasear desde lo alto de mi tejado.